Para ser partícipes de la
escuela se tenía que ser un hombre maduro con un corazón y un rostro propio
para que fuera un auténtico hombre ya que si contaba con este calificativo ha
recibido el influjo de la educación náhuatl.
El maestro era visto como
una persona que daba y producía sabiduría a los rostros ajenos; es decir, les
daba sus conocimientos a los alumnos para que se formaran como una persona con
un rostro y un corazón. Si los alumnos no contaban con este rostro y corazón
tendrían entonces que ocultar “su corazón amortajado” y cubrir con una máscara
su falta de rostro.
Se conocían dos atributos de
los maestros que es “hacer que los alumnos tomen un rostro, lo desarrollen, lo
conozcan y lo hagan sabio”, otro humanizando al querer de la gente y hacer
fuerte los corazones.
En las diferentes escuelas
se impartía la educación de diferente manera ya que en la Tepochcalli se
preocupaban especialmente por lo que se refiere al desarrollo de las
habilidades del joven para la guerra y la casa y en la Calmecac se ponía más
empeño en la enseñanza de tipo intelectual ya que ahí se formaban los futuros
gobernantes.
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